lunes, 15 de diciembre de 2008

Cordialidad y Santa Teresa de Jesús



Distintos corazones


El corazón de Teresa de Jesús es un corazón con ventanas abiertas, donde todo y todos pueden descubrir, tocar su tesoro y sentirse a gusto, llenos de oxígeno y de luz.


Su corazón era como un imán...


Son muchas las anécdotas que tenemos y también abundantes las descripciones que otras personas hicieron de Teresa, enfatizando esta virtud.


"Tenía la M. Teresa hermosa condición, tan apacible y agradable, que a todos los que trataban con ella, atraía tras sí, y la amaban y querían, aborreciendo ella las condiciones ásperas y desagradables que a veces tienen algunos santos, con que se hacían a sí mismos y a la santidad, aborrecible." P. Gracián.


Alguna monja de la Encarnación decía sutilmente Teresa tenía la propiedad de la seda dorada, porque venía bien con todos los matices, se hacía a las condiciones de todos ganarlos a todos. Y Fray Luis de León, la define como "la piedra imán que a todos atrae".


Yepes señala que entre las gracias de Teresa, tuvo una muy señalada: "Haberle dado Dios una maravillosa fuerza y virtud para mover los corazones de aquellos con quienes trataba. Su eficacia deshacía corazones, rendía las voluntades y allanaba las contradicciones".


De sí misma Teresa de Jesús reconoce que: "Todos estaban contentos conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dan contento a donde quiera que estuviese y así era muy querida... aunque a mí me hiciera pesar" (V.1,3; 3,4)


Estrategias teresianas para tener amigos


Elegimos tres actitudes para definir la cordialidad teresiana: amabilidad, suavidad y dar contento.


Dar contento, es la regla de oro para hacer amigos. Es la práctica de la amistad teresiana; ver felices a otros motivo de ello, es causa de inmensa alegría. Ya dice San Pablo que «hay más alegría en dar que en recibir» y San Lucas añade: «Dios ama al que da con alegría.»


Los que conocieron a Teresa siempre recordaron la suavidad de su pedagogía en todo: en el gobierno, en el modo de promover la vida espiritual, en el trato con todos. Su lema parece ser: Es necesario llevar las cosas sin violencia, con suavidad. "Importa mucho entender que no lleva Dios a las almas por el mismo camino".
Todo el epistolario teresiano es una manifestación de afabilidad: encanto, amabilidad, capacidad de admiración, comunicación e interés por todos, ricos y pobres; ignorantes y letrados, personas sencillas y grandes personalidades.


En los procesos de su beatificación varias personas dijeron que Teresa de Jesús, tenía el don de hacer sentir al otro su preferido. También recomienda mucho a sus hijas esta virtud: "Todo lo que pudieres, procurad ser afables" (CP41,7)


Quien lee a Teresa, inmediatamente siente que es acogido; sus escritos son un espacio oxigenante desde donde nos llega la luz. Curiosamente si la leemos a menudo, nos sentimos hijas hermanas, amigas de Teresa e incluso, sus preferidas. Su corazón es una ventana abierta a nosotros mismos, al mundo y a Dios.


*fuente: Teresa una mujer para la mujer de hoy

1 comentario:

gladys dijo...

La Venerable Ana de Jesús
(En Historia de un Alma de Santa Teresita)
El día siguiente era el 10 de mayo, segundo domingo del mes de María, quizás aniversario de aquel día en que la Santísima Virgen se dignó sonreírle a su florecita...
A las primeras luces del alba, me encontraba (en sueños) en una especie de galería. Había en ella varias personas más, pero alejadas. Sólo nuestra Madre estaba a mi lado.
De pronto, sin saber cómo habían entrado, vi a tres carmelitas, vestidas con capas blancas y con los grandes velos echados. Me pareció que venían por nuestra Madre, pero lo que entendí claramente fue que venían del cielo.
Yo exclamé en lo hondo del corazón: ¡Cómo me gustaría ver el rostro de una de esas carmelitas! Y entonces la más alta de las santas, como si hubiese oído mi oración, avanzó hacia mí. Al instante caí de rodillas.
Y, ¡oh, felicidad!, la carmelita se quitó el velo, o, mejor dicho, lo alzó y me cubrió con él8. Sin la menor vacilación, reconocí a la Venerable Ana de Jesús9, la fundadora del Carmelo en Francia.
Su rostro era hermoso, de una hermosura inmaterial. No desprendía ningún resplandor; y sin embargo, a pesar del velo que nos cubría a las dos, yo veía aquel rostro celestial iluminado con una luz inefablemente suave, luz que el rostro no recibía sino que él mismo producía...
Me sería imposible decir la alegría de mi alma; estas cosas se sienten, pero no se pueden expresar... Varios meses han pasado desde este dulce sueño; pero el recuerdo que dejó en mi alma no ha perdido nada de su frescor ni de su encanto celestial... Aún me parece estar viendo la mirada y la sonrisa llenas de amor de la Venerable Madre. Aún creo sentir las caricias de que me colmó ...
... Al verme tan tiernamente amada, me atreví a pronunciar estas palabras: "Madre, te lo ruego, dime si Dios me dejará todavía mucho tiempo en la tierra... ¿Vendrá pronto a buscarme...?" Sonriendo con ternura, la santa murmuró: "Sí, pronto, pronto... Te lo prometo". "Madre, añadí, dime también si Dios no me pide tal vez algo [2vº] más que mis pobres acciones y mis deseos. ¿Está contento de mí?" El rostro de la santa asumió una expresión incomparablemente más tierna que la primera vez que me habló. Su mirada y sus caricias eran ya la más dulce de las respuestas. Sin embargo, me dijo: "Dios no te pide ninguna otra cosa. Está contento, ¡muy contento...!"
Y después de volver a acariciarme con mucho más amor con que jamás acarició a su hijo la más tierna de las madres, la vi alejarse... Mi corazón rebosaba de alegría, pero me acordé de mis hermanas y quise pedir algunas gracias para ellas. Pero, ¡ay!..., me desperté...
¡Jesús!, ya no rugía la tormenta, el cielo estaba en calma y sereno... Yo creía, sabía que hay un cielo, y que ese cielo está poblado de almas que me quieren y que me miran como a hija suya...
Esta impresión ha quedado grabada en mi corazón. Lo cual es tanto más curioso, cuanto que la Venerable Ana de Jesús me había sido hasta entonces del todo indiferente, nunca la había invocado, y su pensamiento sólo me venía a la mente cuando oía hablar de ella, lo que ocurría raras veces.
Por eso, cuando comprendí hasta qué punto me quería ella a mí, y qué lejos estaba yo de serle indiferente, mi corazón se deshizo en amor y gratitud, y no sólo hacia la santa que me había visitado, sino hacia todos los bienaventurados moradores del cielo...
¡Amado mío!, esta gracia no era más que el preludio de otras gracias mayores con que tú querías colmarme. Déjame, mi único amor10, que te las recuerde hoy..., hoy, sí, sexto aniversario de nuestra unión... Y perdóname, Jesús mío, si digo desatinos al querer expresarte mis deseos, mis esperanzas que rayan el infinito, ¡¡¡perdóname y cura mi alma dándole lo que espera...!!!
-Santa Teresita de Lisieux-