miércoles, 31 de agosto de 2011

Teresa de Jesús o la pasión de una vida


(parte 1)

Desde aquel “era entonces muy enemiga de ser monja”, en el monasterio de las Angustias, hasta su grito “es tiempo de caminar”, vive Teresa la “pasión”, en hondura, en complejidad y en grandeza, de su vocación religiosa…

La rica personalidad de Teresa de Jesús nos sobrecoge y, en cierto modo, nos desborda. Pero hay fibras más definidas en su vida, esas que ponen un sello imborrable en toda “andadura” terrenal, que permiten nuestro acercamiento y comprensión al mundo y misterio de la santa de Ávila y del mundo.
Una de esas fibras teresianas, que surcan los días de su existencia, creo que es la “pasión” con que vivió su propia historia, su vida de fe y su vocación religiosa.

Teresa es radical, y lo radical sólo se puede vivir así, en la “pasión” en el borde del riesgo constante. Lo radical, y mucho más en la fe, se traduce en ámbitos desinstaladotes, en opciones de pobreza absoluta, en caminos sin más techo que la fuerza del cielo. Lo radical marca, y marca en gozo y en vida plena. Teresa es radical. Dios es su “pasión”. Una pasión desde el alba misma de su vida hasta la hora de la muerte. Una pasión que vive en el marco concreto de su vocación religiosa.

Una “pasión” que se hace aventura infantil. Se trata de comprar pronto y al mejor tiempo posible el gozo del cielo. Un gozo para “siempre, siempre, siempre…”. Y nace aquella aventura infantil que comparte con su hermano. Pronto, muy pronto, apenas han salido de Ávila se termina la aventura. Queda la “pasión”, el “ansia” por lo más radical y decisivo para una vida, el “ansia” de Dios.

Una “pasión” que se hace “ermitas” en la huerta. Se ensayan formas nuevas de amar: “procurábamos como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas piedrecillas que luego se nos caían; y así no hallábamos remedio en nada para nuestro deseo” (V. 1, 6). También ahora algo se derrumba, hay piedras que caen y se rompen. Queda el alma de Teresa, tan entera y tan apasionada, tan “en tensión hacia Dios”.
Una “pasión” que se hace lucha con Dios. Al estilo de los profetas Teresa puede gritar: “Me has seducido, Señor, y me he dejado seducir; me has agarrado y me han podido” (Jer. 20, 7). Es la lucha inevitable de la resistencia humana a la llamada de Dios. Teresa lo ha vivido –lo vivirá en más ocasiones- en carne propia: “en esta batalla estuve tres meses forzándome a mí misma…” (V. 3, 6).

Pedro Moreno

domingo, 7 de agosto de 2011

Además de una mística de extraordinaria profundidad espiritual, santa Teresa fue una organizadora muy capaz, dotada de sentido común, tacto, inteligencia, coraje y humor. Purificó la vida religiosa española de principios del siglo XVI y contribuyó a fortalecer las reformas de la Iglesia católica desde dentro, en un periodo en que el protestantismo se extendía por toda Europa. Sus escritos, publicados después de su muerte, están considerados como una contribución única a la literatura mística y devocional y constituyen una obra maestra de la prosa española.