martes, 30 de diciembre de 2008

San Pedro Alcántara y Santa Teresa de Jesús II


La comunión entre los santos, libre de todo egoísmo, se vive en lo más profundo del corazón. En él se esconde ese mutuo aprecio, esa sintonía que viene a expresar lo que es la clave de su comunión: el mismo Dios en el que asientan su mutua amistad y aprecio, pues sólo en Él y desde Él tiene razón de ser su encuentro y cercanía. Esto no quiere decir que tal amistad no se dé en las circunstancias concretas de una historia y de una vida que ha venido a entrelazar los destinos de quienes desde Dios se aprecian y aman. Testimonios tenemos a lo largo y ancho de la vida de muchos santos, pero en algunos esto se hace mucho más patente, y tal es el caso de Santa Teresa. Son muchos los santos que se han cruzado por su vida y con los que ella ha vivido esta singular relación de aprecio y cercanía. Queremos ahora recordar y evocar la que tuvo con San Pedro de Alcántara.

Cuando Teresa hace memoria viva de su camino hacia Dios y recuerda cómo Cristo vino a ser para ella «libro vivo», no puede olvidar que fue el bendito fray Pedro de Alcántara quien pudo confirmarla en ello, frente a otros muchos que la tenían amedrentada.

Bien claro veía ella que su sentir a Cristo cabe sí no era fruto de una imaginación desbordada por falsos sentimientos religiosos; pero el miedo en que la hacían vivir quienes con sus consideraciones la inducían a sospechar siempre de ello, y a ver en tales experiencias ardides del diablo para perderla, la sumergieron en un mundo de dolor y sospecha. Buscaba incesantemente algún maestro que la pudiera llegar a dar razón de lo que ella vivía, que tan lejos estaba de esos engaños y patrañas que la imaginación ponía en muchos de sus contemporáneos, pero que por la dificultad de darlo a entender al ser experiencia surgida en el fondo de su misma vida entregada a Cristo no encontraba confirmación en su vivencia.

Con San Pedro de Alcántara llegará la confirmación en lo que vive al descubrir que lo que ella experimenta son visiones muy subidas, que se expresan en luz interior, y no en falsas consideraciones fruto de la imaginación inducida por sentimientos pseudorreligiosos o patrañas del demonio. No eran simples consideraciones para momentos de oración, era don y gracia de Dios que en Jesucristo nos ha dado todo, por eso sólo hombres experimentados podían confirmarla en ello. Su gozo y alegría es grande y no puede dejar de ensalzar a quien supo encauzarla por sendas de tanta perfección: «¡Y qué bueno nos le llevó Dios ahora en el bendito de fray Pedro de Alcántara! –exclama al saber de su muerte y recordarle–. Este santo hombre de este tiempo era; estaba grueso el espíritu como en los otros tiempos, y así tenía el mundo debajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos ni hagan tan áspera penitencia como él, muchas cosas hay para repisar el mundo, y el Señor las enseña cuando ve ánimo. ¡Y cuán grande le dio Su Majestad a este santo que digo, para hacer cuarenta y siete años tan áspera penitencia, como todos saben!» (Vida 27,16).

Describe su penitencia y concluye: «Con toda esta santidad era muy afable aunque de pocas palabras, si no era con preguntarle. En éstas era muy sabroso, porque tenía muy lindo entendimiento». Ella sabe que la quería bien, y que fue este amor algo que el Señor quiso la tuviera para volver por ella y animarle en tiempo de tanta necesidad, como fueron los años en que su oración no era entendida ni aprobada por quienes la acompañaban en Avila.

Santa Teresa recuerda que nuestro Santo había llegado a Avila invitado por doña Guiomar de Ulloa para que la tratase y aconsejase. Aquel verano de 1560 se preocupa su buena amiga de recabar licencia del Provincial de los Carmelitas para que Teresa pueda salir del convento y hospedarse en su casa. Allí y en algunas iglesias le habló al Santo muchas veces. Le dio cuenta de su alma, como ella acostumbraba a hacerlo, con claridad, sin doblez, poniendo bien al desnudo su alma. Aquel hombre de Dios la llegó a entender por experiencia. Algo que muy pronto descubrió la Santa, en momentos en que ella aún no se sabía entender, ni por lo mismo sabía expresar con precisión lo que por ella pasaba. «Era menester que hubiese pasado por ello quien del todo me entendiese y declarase lo que era» –afirma nuestra Santa. Y continúa: – «Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declaró, y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que era espíritu suyo, que, si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber ni que tanto pudiese creer» (Vida 30,4-5).

Eran momentos cruciales en la vida de Santa Teresa. El encuentro con San Pedro de Alcántara fue providencial. Abre su espíritu a la alabanza y a la confianza en un mundo de temores y miedos. Le descubre el camino de la verdadera fe, y no sólo eso sino que este hombre que vive en Dios, que sabe de oración vivida como trato de comunión y amistad, sale en defensa de Teresa.

Habla con Francisco Salcedo, el caballero santo, y con el padre Baltasar Álvarez porque entiende que esta mujer es digna de lástima entre tanta incomprensión. «Díjome –escribe Santa Teresa– que uno de los mayores trabajos de la tierra era el que había padecido, que es contradicción de buenos, y que todavía me quedaba harto, porque siempre tenía necesidad y no había en esta ciudad quien me entendiese; mas que él hablaría al que me confesaba y a uno de los que me daban más pena, que era este caballero casado que ya he dicho. Porque, como quien me tenía mayor voluntad, me hacía toda la guerra, y es alma temerosa y santa, y como me había visto tan poco había tan ruin, no acababa de asegurarse.

Y así lo hizo el santo varón, que los habló a entrambos y les dio causas y razones para que se asegurasen y no me inquietasen más. El confesor poco había menester, el caballero tanto, que aun no del todo bastó, mas fue parte para que no tanto me amedrentase» (Vida 30,6).

Desgraciadamente, ha desaparecido la rica correspondencia que entre ambos tuvo que haber, pues concertaron escribirse y encomendarse mucho a Dios tras este encuentro.

Ella le guardará siempre el mejor de sus recuerdos cuando haya de hacer relación de conciencia de su vida, asegurando que era un santo varón, de los descalzos de San Francisco, con el que trató mucho y él fue el que hizo mucho de su parte para que se entendiese era buen espíritu el que animaba a la Santa. De nuestro santo también oyó muchas y excelentes razones para apoyar a las mujeres en el camino de la oración, vedado por muchos letrados, asegurando que según San Pedro de Alcántara aprovechan mucho más que los hombres (Vida 40,8). Le contará a su hermano muchas cosas buenas de él cuando le escribe a América y le recordará más adelante, pasados muchos años y ya muerto el Santo, para quitar miedos a su hermano –que iniciándose en la oración vive los primeros fervores y se ve envuelto en raros deseos de levantarse entre la noche, y en raros sueños–, asegurando: «Si oyera lo que decía fray Pedro de Alcántara sobre eso, no se espantara...» (Cta. 167. A don Lorenzo de Cepeda. Toledo, 2 de enero de 1577).

Por último, a Teresa le quedan los libros escritos por el Santo para seguir confortándose con su doctrina, y sentirse identificada con ella. Si para rebatir su pensamiento le aducen lo escrito por el Santo, acabará descubriendo con su oponente, después de leerlo, que dice lo mismo que ella (cfr. 4M 3,4). En sus Constituciones, entre los libros que recomienda han de procurar las prioras haya para mantener el alma en sus casas, están los libros de fray Pedro de Alcántara. Tal es el recuerdo vivo y el aprecio que guardó siempre Santa Teresa por este gran Santo, al que tanto debe y con el que tanta sintonía de alma encontró.

*Francisco Brändle, O.C.D.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Simeón tomo al niño en sus brazos...


Comentario al Evangelio por Santa Teresa de Jesús

Es en esta oración de quietud, adonde a mí me parece comienza el Señor, como he dicho, a dar a entender que oye nuestra petición, y comienza ya a darnos su reino aquí, para que de veras le alabemos y santifiquemos su nombre y procuremos lo hagan todos.

Es ya cosa sobrenatural y que no la podemos procurar nosotros por diligencias que hagamos; porque es un ponerse el alma en paz o ponerla el Señor con su presencia por mejor decir, como hizo al justo Simeón (Lc 2, 29), porque todas las potencias se sosiegan. Entiende el alma, por una manera muy fuera de entender con los sentidos exteriores, que ya está junto cabe su Dios, que, con poquito más, llegará a estar hecha una misma cosa con él por unión. Esto no es porque lo ve con los ojos del cuerpo ni del alma. Tampoco no veía el justo Simeón más del glorioso niño pobrecito; que en lo que llevaba envuelto y la poca gente con él que iban en la procesión, más pudiera juzgarle por hijo de gente pobre que por Hijo del Padre celestial; mas dióselo el mismo Niño a entender.
Y así lo entiende acá el alma, aunque no con esa claridad; porque aun ella no entiende cómo lo entiende más de que se ve en el reino (al menos cabe el Rey que se le ha de dar), y parece que la misma alma está con acatamiento aun para no osar pedir.
*fuente: Evangelio del Día

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad (poema de Santa Teresa)


Pues el amor
nos ha dado Dios,

ya no hay que temer,

muramos los dos.


Danos el Padrea

su único Hijo:
hoy viene al mundo
en pobre cortijo.


¡Oh gran regocijo,

que ya el hombre es Dios!

no hay que temer,

muramos los dos.


Mira, Llorente
qué fuerte amorío,
viene el inocente

a padecer frío;
deja un señorío
en fin, como Dios,
ya no hay que temer,

muramos los dos.

Pues ¿cómo, Pascual,
hizo esa franqueza,
que toma un sayal
dejando riqueza?


Mas quiere pobreza,
sigámosle nos;
pues ya viene hombre,
muramos los dos.


Pues ¿qué le darán

por esta grandeza?

Grandes azotes
con mucha crudeza.


Oh, qué gran tristeza

será para nos:
si esto es verdad
muramos los dos.


Pues ¿cómo se atreven

siendo Omnipotente?
¿Ha de ser muerto
de una mala gente?


Pues si eso es, Llorente,
hurtémosle nos.
¿No ves que El lo quiere?

muramos los dos.

martes, 23 de diciembre de 2008

¡Jesús de Teresa!


Se cuenta que Santa Teresa de Jesús, yendo un día por las escaleras del Monasterio de la Encarnación en Avila, España, se tropezó con un hermoso Niño. Sorprendida por ver un niño dentro de la clausura monacal, se dirigió a él preguntándole:- ¿Y tú quién eres?. El niño le replicó a su vez con otra pregunta: -¿Y quién eres tú?. La madre respondió: -Yo, Teresa de Jesús. Y el niño sonriente le repuso: -Pues yo soy, Jesús de Teresa.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Y el almendro floreció...


Cuadro de la muerte de santa Teresa, obra de sor Isabel Guerra

La insigne artista y académica sor Isabel Guerra, miembro del Comité de Honor de la Asociación Amigos de Ana de San Bartolomé, ha querido contribuir a la difusión de la figura de esta gran carmelita, compañera de santa Teresa de Jesús, fundadora de Carmelos en Francia y Flandes, y amiga y consejera de la infanta Isabel Clara Eugenia -hija de Felipe II y Gobernadora de los Países Bajos-.
Ha pintado un óleo de grandes dimensiones reflejando el momento que marcó su vida y se convirtió en su gran referente: la muerte de santa Teresa en sus brazos. Para recrear la escena se ha basado en los testimonios de los procesos de canonización de Teresa de Jesús y en la Autobiografía de Ana de San Bartolomé, que desvelan los hechos extraordinarios que sucedieron aquel anochecer del 4 de octubre de 1582, en el Carmelo de Alba de Tormes, y la visión que la Beata describió: «Y el día que murió estuvo desde la mañana sin poder hablar; y a la tarde me dijo el padre que estaba con ella que me fuese a comer algo. Y en yéndome, no sosegaba la Santa, sino mirando a un cabo y a otro. Y díjola el padre si me quería, y por señas dijo que sí, y llamáronme. Y viniendo, que me vio, se rió; y me mostró tanta gracia y amor, que me tomó con sus manos y puso en mis brazos su cabeza, y allí la tuve abrazada hasta que expiró, estando yo más muerta que la misma Santa, que ella estaba tan encendida en el amor de su Esposo, que parecía no veía la hora de salir del cuerpo para gozarle. Y como el Señor es tan bueno y veía mi poca paciencia para llevar esta cruz, se me mostró con toda la majestad y compañía de los bienaventurados sobre los pies de su cama, que venían por su alma. Estuvo un Credo esta vista gloriosísima, de manera que tuvo tiempo de mudar mi pena y sentimiento en una gran resignación y pedir perdón al Señor y decirle: Señor, si Vuesa Majestad me la quisiera dejar para mi consuelo, os pidiera, ahora que he visto su gloria, que no la dejéis un momento acá. Y con esto expiró y se fue esta dichosa alma a gozar de Dios como una paloma».

Esa visión extasió a Ana de San Bartolomé, cuyo rostro encendido concentró todas las miradas mientras Teresa de Jesús moría y un almendro seco florecía en la huerta: «Vio esta testigo y otras religiosas, a la mañana siguiente, que un arbolillo seco y que nunca había llevado fruto, que estaba en un campecillo que caía delante de la celda donde la dicha madre Teresa de Jesús estaba muerta, estaba cubierto de flor y blanco como la nieve; lo cual pareció cosa milagrosa, lo uno por ser a cinco de octubre, que es el rigor del invierno; lo otro, porque el dicho arbolillo estaba seco y nunca había llevado flor, ni de allí adelante la llevó». Otros testigos destacaron la tersura que recuperó el rostro inerte de Teresa de Jesús y al aroma que envolvió la celda: «El cuerpo quedó blanco... y no se echaban de ver las arrugas que por su edad tenía..., fue tanto el olor que salió de su cuerpo...»; «Nunca pudo atinar a lo que olía, porque el olor era tan suave y penetrante y confortativo, que le pareció que el estoraque y benjuí, algalia, y almizcle y ámbar se quedan muy atrás».Sor Isabel Guerra ha querido plasmar el adiós a la vida de santa Teresa en brazos de la Beata Ana de San Bartolomé, en el sublime momento en que ésta tiene la visión de la gloria que espera a Teresa de Jesús. Un almendro florecido abraza toda la escena y se convierte en el símbolo de muerte como florecimiento de Vida.

*Por:Belén Yustey Sonia L. Rivas-Caballero

viernes, 19 de diciembre de 2008

El mensaje de Santa Teresa


Que dejemos actuar a Dios en nuestro corazón.

Que procuremos crecer en amistad con Dios por la oración.

Que luchemos contra cuanto nos aleja del Señor.

Que procuremos alcanzar la santidad cueste lo que cueste.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

La obra literaria y mística de Santa Teresa


Las obras principales de la Doctora Mística, como reconoce oficialmente la Iglesia Católica a Teresa de Jesús, se pueden dividir de la siguiente forma, aun cuando forman un todo armonioso: 1º)Obras autobiográficas ( VIDA, RELACIONES, FUNDACIONES)2º) Obras doctrinales ( CAMINO DE PERFECCIÓN, CONCEPTOS DE AMOR DE DIOS, CASTILLO INTERIOR O MORADAS.)3º) CARTAS Y POESÍAS

El libro de su Vida: obra de madurez (1561-1565) es un prodigio de estilo femenino, lleno sinceridad y frescura. Junto a datos personales e íntimos, gracias a los cuales se pueden conocer todo un proceso personal de entrega a la vida espiritual en sus componentes fundamentales- purgación, iluminación y unión mística- se encuentran también análisis profundos y maravillosos del camino ascético-místico.

Libro de las Relaciones: puede considerarse un complemento del libro de la Vida.

Libro de las Fundaciones: en él se encuentran toda la vida de aventurera a lo divino que fue Sta. Teresa. Hoy nos parece increíble cómo esta mujer admirable pudo recorrer media España fundado conventos con escasos medios y continuas persecuciones. En este libro quedan patentes cualidades tan sobresalientes como: el espíritu de lucha, la capacidad organizativa y emprendedora, la prudencia y su habilidad para relacionarse con toda clase de personas desde el Rey Felipe II, hasta los más humildes mesoneros, arrieros. Las Fundaciones nos presentan un retablo único de la España del S.XVI.

Libro de las Moradas o Castillo Interior: es la obra cumbre de Sta. Teresa y una de las cumbres de la Mística Experimental. En esta obra maravillosa predomina la unidad basada en la alegoría -metáfora continuada- en la que el alma es comparada con un castillo todo diamante, compuesto de "muchas Moradas, unas en lo alto, otras en lo bajo y otras a los lados; y en el centro o mitad de todas éstas tiene la más principal, que es donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma". Las tres moradas primeras se corresponden con la primera etapa de la vida espiritual, vía purgativa, las tres siguientes se corresponden con la vía iluminativa; la séptima y última morada con la vía unitiva.

Los conceptos de amor de Dios: contienen un comentario original y efusivo sobre el bíblico Cantar de los cantares.

El Camino de Perfección: es un tratado de ascética dirigido a las monjas de sus monasterios, en él se ve reflejado el penetrante análisis psicológico que la Santa hace del alma femenina. La mujer que ha experimentado los más grandes gracias místicas, aparece con los pies en el suelo, conocedora de las más profundas motivaciones del alma femenina.

Las cartas: tienen una importancia fundamental para conocer la dimensión social de la Santa Andariega, con su estilo único son una muestra interesante de todas las relaciones que la Sta. Teresa desplegó para llevar a cabo la Reforma Carmelitana, se conservan una 400 dirigidas a las personas más plurales por sus oficios, profesión y posición social.

Los poemas: son de menor importancia que su obra en prosa, tienen un marcado acento popular y entroncan perfectamente con la lírica del pueblo, entre los poemas más conocido está el que empieza con el verso Vivir sin vivir en mí. La lírica teresiana tiene un tono fervoroso y estilo sencillo.

ESTILO TERESIANO

Santa Teresa escribe por obediencia y muchas veces contra su voluntad. Ajena al artificio literario no pretende nunca trastornar la retórica. Su estilo se mueve dentro del gran principio valdesiano: escribo como hablo, que ella modifica ,cuando afirma: iré hablando con ellas en lo que escribiere, esto fue lo que motivo el juicio literario formulado por Fray Luis de León, quien puso los fundamentos definitivos de todo análisis crítico teresiano. Escribe el excelente crítico: (...) no es menos clara ni menos milagrosa la segunda imagen que dije, los libros; en los cuales, sin ninguna duda, quiso el Espíritu Santo que la Madre Teresa fuese ejemplo rarísimo. Porque en la alteza de las cosas que trata, y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios; y en la forma de decir, y en la pureza del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale..".


*Fidel García Martínez (Mística Carmelitana)

martes, 16 de diciembre de 2008

Espíritu Misional del Carmelo Teresiano


Resumen de la tradición e historia misionales del Carmelo Teresiano.

1. Desde sus comienzos el Carmelo Teresiano tiene una configuración misional. La carismática Madre Santa Teresa de Jesús (1515-1582) le infundió esa orientación y esa vocación. Recordamos la anécdota de la infancia teresiana. A los 7 años "concertábamos irnos a tierras de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allí nos descabezasen" (Vida 1, 5). Así intentó con su hermano Rodrigo "la fuga" de la casa paterna.

Escalando la cumbre de su madurez espiritual, experimentó la gracia de la visión del infierno, rica en consecuencias y resoluciones personales.
Entre la remoción interior que le produjo, anota: "De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (de estos luteranos en especial, porque ya eran por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus grandes de aprovechar almas" (Vida 32, 6). De este desasosiego interior arrancó la primera idea de la Reforma del Carmelo (ibid., 10).

Pasando por los vehementes apóstrofes del Camino de Perfección, sobre todo los capítulos 1 y 3, recordemos el texto del libro de las Fundaciones. Es clásica la referencia de la fuerte sacudida interior que le causó la visita del misionero franciscano Alonso Maldonado de Buendía, que venía de las Indias (1566), cuando le "habló de los millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina... Yo quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí... Clamaba a Nuestro Señor, suplicándole diese remedio cómo yo pudiese algo para ganar alma para su servicio..." (F 1, 7).

En otra ocasión escribía a su hermano Lorenzo de Cepeda en Quito: "Nos juntemos entrambos para procurar más su honra y gloria y algún provecho de las almas, que esto es lo que mucho me lastima, ver tantas perdidas, y esos indios [de América] no me cuestan poco" (Cta. del 17.01.1570).

Teresa de Jesús quedará todavía subyugada por el apostolado de la redención de los cautivos, evocando el caso que había leído en la vida de San Paulino de Nola (cf. Meditaciones sobre los Cantares 3, 4) y de la conversación mantenida con el alcantarino Alonso de Cordovilla (ibid., 8).

Seis meses antes de su muerte tuvo conocimiento de la primera expedición misional de los Carmelitas Descalzos, que zarpó del puerto de Lisboa el 5 de abril de 1582 a tierras africanas del reino cristiano del Congo. El superior provincial, P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, precisa bien que ejecutó este envío "todo con consejo y ayuda de la misma Madre" Teresa de Jesús (Sermón teresiano, 16 BMC 491).

2. Esta determinante impronta misional en la orientación y y desarrollo de la vida de la Orden ha permanecido como línea constante en el Carmelo Teresiano a través de su historia. El ideólogo de la vocación misionera del Carmelo, el calagurritano P. Juan de Jesús María, escribía de los hijos de Santa Teresa: "No satisfacen suficientemente su propósito si se dedican a la contemplación sólo para perfeccionarse a sí mismos, sin aspirar a la conversión de los infieles" (Compendium Vitae B.V. Teresiae a Iesu. Roma, 1609).

Es sintomático, por ejemplo, que el primer decreto del Definitorio General de la Orden en Roma fuera para ejecutar un proyecto misional: la fundación de una Misión en Polonia y de un convento en Sion (Suiza) "para convertir herejes con la ayuda de Dios" (cf. Acta Definitorii Generalis OCD Congregationis S. Eliae (1605-1658). Roma 1985, p. 3). Anecdóticamente hay que recordar que el primer obispo de la familia teresiana fue el misionero P. Juan Tadeo Roldán de San Eliseo (1574-1633), preconizado ordinario de Isfahán (Persia) el 6 de setiembre de 1632.

3. Desde los comienzos se ha mantenido y se ha desarrollado esta tradición misional en el Carmelo de Teresa. Basta recordar a sus figuras más representativas. El primer superior provincial de la nueva Provincia Carmelitana, P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios (1545-1614), y el V. Domingo de Jesús María Ruzola (1559-1630) participaron en la fundación de la Congregación romana de Propaganda Fide (1622). El V. P. Juan de Jesús María, el "Calagurritano" (1564-1615), sistematizó teológicamente la ciencia misional. Al V. P. Tomás Sánchez Dávila de Jesús (1564-1627) se le reconoce como iniciador de la Misionología con su estudio "De Procuranda salute omnium gentium" (Amberes, 1613).

Entre los autores clásicos recordamos todavía - entre otros - al P. Próspero del Espíritu Santo (1583-1653), que recuperó para la Orden la colina del Monte Carmelo en Palestina (1631), al indólogo austríaco P. Paulino de San Bartolomé (1748-1806).

4. La vocación misionera del Carmelo está reflejada actualmente en sus Constituciones, renovadas según la mente del Concilio Vaticano II. El cap. 6 lleva por título "Misión apostólica de la Orden". Leemos así en uno de sus números: "La evangelización de los pueblos... fue siempre con justicia una de las obras predilectas de la Orden. En efecto, nuestra Madre santa Teresa prendió en su familia la llama del celo misional que la abrasaba, y quiso que sus hijos trabajasen también en la actividad misionera. Por eso, - añade - se ha de procurar con desvelo que este entusiasmo misional se mantenga y propague en la Orden, que todos se interesen por la evangelización de los pueblos y que se promocionen las vocaciones misioneras en todas partes..." (Const. y Normas aplicativas de los Hermanos de la OCD. Roma, 1986, nº 94).

La cumbre de la misionariedad carmelitana representa Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), proclamada el 14 de diciembre de 1927 Patrona universal de las Misiones "al igual que San Francisco Javier" por el Papa Pío XI.

Recordando...



14 de Abril 1562.

Santa Teresa de Jesús muy preocupada por el asunto de cómo construir el Convento de San José, con relación a la pobreza absoluta, recibe una extensa carta de San Pedro de Alcántara, en que se le queja y extraña, con palabras encarecidas, que en asuntos de perfección, como era la pobreza, consultase con letrados y juristas y no a hombres que profesan la perfección, a hombres curtidos en la práctica de esta virtud evangélica. Sta. teresa retrata a S. Pedro de Añlcántara diciendo que parecía hecho "de raices de árboles. Tal era su penitencia" (Libro De su Vida).

lunes, 15 de diciembre de 2008

Cordialidad y Santa Teresa de Jesús



Distintos corazones


El corazón de Teresa de Jesús es un corazón con ventanas abiertas, donde todo y todos pueden descubrir, tocar su tesoro y sentirse a gusto, llenos de oxígeno y de luz.


Su corazón era como un imán...


Son muchas las anécdotas que tenemos y también abundantes las descripciones que otras personas hicieron de Teresa, enfatizando esta virtud.


"Tenía la M. Teresa hermosa condición, tan apacible y agradable, que a todos los que trataban con ella, atraía tras sí, y la amaban y querían, aborreciendo ella las condiciones ásperas y desagradables que a veces tienen algunos santos, con que se hacían a sí mismos y a la santidad, aborrecible." P. Gracián.


Alguna monja de la Encarnación decía sutilmente Teresa tenía la propiedad de la seda dorada, porque venía bien con todos los matices, se hacía a las condiciones de todos ganarlos a todos. Y Fray Luis de León, la define como "la piedra imán que a todos atrae".


Yepes señala que entre las gracias de Teresa, tuvo una muy señalada: "Haberle dado Dios una maravillosa fuerza y virtud para mover los corazones de aquellos con quienes trataba. Su eficacia deshacía corazones, rendía las voluntades y allanaba las contradicciones".


De sí misma Teresa de Jesús reconoce que: "Todos estaban contentos conmigo, porque en esto me daba el Señor gracia, en dan contento a donde quiera que estuviese y así era muy querida... aunque a mí me hiciera pesar" (V.1,3; 3,4)


Estrategias teresianas para tener amigos


Elegimos tres actitudes para definir la cordialidad teresiana: amabilidad, suavidad y dar contento.


Dar contento, es la regla de oro para hacer amigos. Es la práctica de la amistad teresiana; ver felices a otros motivo de ello, es causa de inmensa alegría. Ya dice San Pablo que «hay más alegría en dar que en recibir» y San Lucas añade: «Dios ama al que da con alegría.»


Los que conocieron a Teresa siempre recordaron la suavidad de su pedagogía en todo: en el gobierno, en el modo de promover la vida espiritual, en el trato con todos. Su lema parece ser: Es necesario llevar las cosas sin violencia, con suavidad. "Importa mucho entender que no lleva Dios a las almas por el mismo camino".
Todo el epistolario teresiano es una manifestación de afabilidad: encanto, amabilidad, capacidad de admiración, comunicación e interés por todos, ricos y pobres; ignorantes y letrados, personas sencillas y grandes personalidades.


En los procesos de su beatificación varias personas dijeron que Teresa de Jesús, tenía el don de hacer sentir al otro su preferido. También recomienda mucho a sus hijas esta virtud: "Todo lo que pudieres, procurad ser afables" (CP41,7)


Quien lee a Teresa, inmediatamente siente que es acogido; sus escritos son un espacio oxigenante desde donde nos llega la luz. Curiosamente si la leemos a menudo, nos sentimos hijas hermanas, amigas de Teresa e incluso, sus preferidas. Su corazón es una ventana abierta a nosotros mismos, al mundo y a Dios.


*fuente: Teresa una mujer para la mujer de hoy

viernes, 12 de diciembre de 2008

El Ave Fénix y Santa Teresa de Jesús


En esta analogía, expuesta por la Santa Madre con aplauso y aprobación de Jesucristo, vemos comprobada una verdad, a saber: que la fuerza del símbolo no radica en su realidad histórica, sino en la apreciación popular de oyentes o lectores. No es preciso que el símbolo sea real, ni tampoco la acción simbólica, que se describe en estilo narrativo. Basta con que se comprenda lo que quiere decirse, dando por bueno lo que vulgarmente se cree sobre tal o cual cosa, y basando el contenido metafórico en semejante creencia o persuasión popular.


Bien saben todos que el Ave Fénix es una fantasía, incorporada por San Ambrosio al Exámeron cristiano. El padre Granada copió de él su descripción en un lenguaje fluido y precioso; pero no hay tal ave, y se desvanecen, por tanto, las consideraciones piadosas que se hacen sobre ella.


Oigamos cómo Santa Teresa nos describe la analogía, la cual no necesita ser histórica para ser muy hermosa:


«Comulgué y estuve en la Misa, que no sé cómo pude estar. Parecióme había sido muy breve espacio; espantóme cuando dio el reloj y vi que eran dos horas las que había estado en aquel arrobamiento y gloria. Espantábame después, cómo, en llegando a este fuego, que parece viene de arriba, de verdadero amor de Dios (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por ello, si no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces, no soy parte para tener una centella de él), parece que consume el hombre viejo de faltas y tibieza y miseria; y a manera de como hace el Ave Fénix, según he leído, y de la misma ceniza, después que se quema, sale otra, así queda hecha otra el alma después, con diferentes deseos y fortaleza grande, no parece es la que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del Señor. Suplicando yo a Su Majestad fuese así, y que de nuevo comenzase a servirle, me dijo: Buena comparación has hecho; mira no se te olvide, para procurar mejorarte siempre»


Alude a este símbolo en las Moradas Sextas, capítulo IV, sin detenerse en desarrollar la idea ni la comparación. La frase teresiana según he leído justifica la apreciación de Hoornaert, que debió ser en el Tercer Abecedario de Osuna donde la Santa Madre bebió esta y otras muchas metáforas, porque era un autor muy amado de ella, según demuestran las continuas señales que dejó grabadas en sus hojas, y porque abunda dicho libro en comparaciones, frases gráficas de gran relieve y extraordinaria viveza, entre ellas la del Ave Fénix


*fuente:cervantes virtual

jueves, 11 de diciembre de 2008

Oración de Teresa, recordando su gravísima enfermedad



Bendito seáis por siempre,
que aunque os dejaba yo a Vos,
no me dejasteis Vos a mí tan del todo
que no me tornase a levantar
con darme Vos siempre la mano.
Y muchas veces, Señor, no la quería,
ni quería entender cómo muchas veces
me llamabais de nuevo (Vida 6,9).

martes, 9 de diciembre de 2008

Santa Teresa de Jesùs: àguila y paloma



Indudablemente Santa Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad natural, su ternura de corazón y su imaginación chispeante de gracia, equilibradas por una extraordinaria madurez de juicio y una profunda intuición, le ganaban generalmente el cariño y el respeto de todos.


Razón tenía el poeta Crashaw al referirse a Santa Teresa bajo los símbolos aparentemente opuestos de "el águila" y "la paloma". Cuando le parecía necesario, la santa sabía hacer frente a las más altas autoridades civiles o eclesiásticas, y los ataques del mundo no le hacían doblar la cabeza.


Las palabras que dirigió al P. Salazar: "Guardaos de oponeros al Espíritu Santo", no fueron el reto de una histérica sino la verdad. Y no fue un abuso de autoridad lo que la movió a tratar con dureza implacable a una superiora que se había incapacitado a fuerza de hacer penitencia.


Pero el águila no mata a la paloma, como puede verse por la carta que escribió a un sobrino suyo que llevaba una vida alegre y disipada: "Bendito sea Dios porque os ha guiado en la elección de una mujer tan buena y ha hecho que os caséis pronto, pues habíais empezado a disiparos desde tan joven, que temíamos mucho por vos. Esto os mostrará el amor que os profeso". La santa tomó a su cargo a la hija ilegítima y a la hermana del joven, la cual tenía entonces siete años: "Las religiosas deberíamos tener siempre con nosotras a una niña de esa edad".


viernes, 5 de diciembre de 2008

La oraciòn para Santa Teresa de Jesús



“Sin este cimiento fuerte (de la oración) todo edificio va falso”. (Camino de perfección, 4, 5).


“No son menester fuerzas corporales para ella, sino sólo amar y costumbre; que el Señor da siempre oportunidad si queremos”. (Vida, 7, 4).


“No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”. (Vida, 8, 2).

jueves, 4 de diciembre de 2008

Coloquio Amoroso





Si el amor que me tenéis,


Dios mío, es como el que os tengo,


Decidme: ¿en qué me detengo?


O Vos, ¿en qué os detenéis?



-Alma, ¿qué quieres de mí?


-Dios mío, no más que verte.-


Y ¿qué temes más de ti?-


Lo que más temo es perderte.



Un alma en Dios escondida


¿qué tiene que desear,


sino amar y más amar,


y en amor toda escondida


tornarte de nuevo a amar?



Un amor que ocupe os pido,


Dios mío, mi alma os tenga,


para hacer un dulce nido


adonde más la convenga.


*Santa Teresa de Jesùs

martes, 2 de diciembre de 2008

Palabra de Dios y buena compañía con Santa Teresa



Su primer contacto con la Biblia


El primer testimonio de Teresa sobre su contacto con la Biblia lo encontramos en el libro de la Vida. Nos referimos en primer lugar a su amistad allá por 1535, cuando tenía 20 años, con una monja agustina, María de Briceño, entonces Maestra de las “señoras doncellas de piso” en el convento de Nuestra Señora de la Gracia adonde había sido enviada la joven Teresa por su padre con fines educativos (1). Y en segundo lugar nos referimos al encuentro en Hortigosa con su tío Don Pedro, hombre espiritual y virtuoso, amante de “buenos libros de romance”(2). En la vida de la joven Teresa ambas experiencias están marcadas por el encuentro con la Palabra de Dios en el contexto de una relación amistosa. Esto no es sorprendente en el camino espiritual de la santa. Sabemos que fue una mujer de profundas relaciones de amistad y que este rasgo de su personalidad marcó hondamente su espiritualidad. Lo más interesante de estos dos textos es que nos muestran cómo la Palabra de Dios se vuelve luz y vida para ella en contextos de amistad y comunión.


En Santa María de la Gracia, Teresa comienza a “gustar de la buena y santa conversación de esta monja”(3) y confiesa: “Comenzóme esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento los deseos de las cosas eternas”. En el contexto de esta amistad le llega la palabra de Dios: “Comenzóme a contar cómo ella había venido a ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio. Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. En Hortigosa, un poco más tarde, se encuentra con su tío Pedro. Aquí también el contexto de comunicación y amistad espiritual es determinante. De esta visita a Hortigosa Teresa comentará: “Aunque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando niña”(4). De nuevo el contexto comunitario y la palabra de Dios haciendo efecto en ella.


Como en muchas otras ocasiones, su propia experiencia se transforma en doctrina espiritual con validez universal. En Camino de Perfección insistirá sobre la importancia del contexto de amistad y de fraternidad como condición para acoger las palabras de Dios. Vale la pena leer el texto teresiano: “Que puede acaecer, para que os escuche vuestro deudo o hermano o persona semejante una verdad y la admita, haber de disponerle con estas pláticas y muestras de amor que a la sensualidad siempre contentan; y acaecerá tener en más una buena palabra -que así la llaman- y disponer más que muchas de Dios, para que después estas quepan” (5). Su pensamiento es claro. Una “buena palabra” dispone para que “quepan” las palabras de Dios. Así fue su primer contacto con la Biblia. La Palabra de Dios leída y oída se volvió en ella consuelo y luz gracias a la amistad y a la comunión en que la recibió.


*Padre Silvio José Báez,ocd (de: Cómo leyó la Biblia Santa Teresa de Jesús)