Su primer contacto con la Biblia
El primer testimonio de Teresa sobre su contacto con la Biblia lo encontramos en el libro de la Vida. Nos referimos en primer lugar a su amistad allá por 1535, cuando tenía 20 años, con una monja agustina, María de Briceño, entonces Maestra de las “señoras doncellas de piso” en el convento de Nuestra Señora de la Gracia adonde había sido enviada la joven Teresa por su padre con fines educativos (1). Y en segundo lugar nos referimos al encuentro en Hortigosa con su tío Don Pedro, hombre espiritual y virtuoso, amante de “buenos libros de romance”(2). En la vida de la joven Teresa ambas experiencias están marcadas por el encuentro con la Palabra de Dios en el contexto de una relación amistosa. Esto no es sorprendente en el camino espiritual de la santa. Sabemos que fue una mujer de profundas relaciones de amistad y que este rasgo de su personalidad marcó hondamente su espiritualidad. Lo más interesante de estos dos textos es que nos muestran cómo la Palabra de Dios se vuelve luz y vida para ella en contextos de amistad y comunión.
En Santa María de la Gracia, Teresa comienza a “gustar de la buena y santa conversación de esta monja”(3) y confiesa: “Comenzóme esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento los deseos de las cosas eternas”. En el contexto de esta amistad le llega la palabra de Dios: “Comenzóme a contar cómo ella había venido a ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio. Muchos son los llamados y pocos los escogidos”. En Hortigosa, un poco más tarde, se encuentra con su tío Pedro. Aquí también el contexto de comunicación y amistad espiritual es determinante. De esta visita a Hortigosa Teresa comentará: “Aunque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que hacían en mi corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando niña”(4). De nuevo el contexto comunitario y la palabra de Dios haciendo efecto en ella.
Como en muchas otras ocasiones, su propia experiencia se transforma en doctrina espiritual con validez universal. En Camino de Perfección insistirá sobre la importancia del contexto de amistad y de fraternidad como condición para acoger las palabras de Dios. Vale la pena leer el texto teresiano: “Que puede acaecer, para que os escuche vuestro deudo o hermano o persona semejante una verdad y la admita, haber de disponerle con estas pláticas y muestras de amor que a la sensualidad siempre contentan; y acaecerá tener en más una buena palabra -que así la llaman- y disponer más que muchas de Dios, para que después estas quepan” (5). Su pensamiento es claro. Una “buena palabra” dispone para que “quepan” las palabras de Dios. Así fue su primer contacto con la Biblia. La Palabra de Dios leída y oída se volvió en ella consuelo y luz gracias a la amistad y a la comunión en que la recibió.
*Padre Silvio José Báez,ocd (de: Cómo leyó la Biblia Santa Teresa de Jesús)
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