miércoles, 30 de marzo de 2011

Por qué se hace carmelita Santa Teresa


Los historiadores se han hecho esta misma pregunta, aunque no coinciden en la respuesta, porque a nadie le ha sido permitido entrar en la decisión tomada por Santa Teresa a los veinte años. Presentamos la respuesta que da el P. Tomás Álvarez, especialista número uno en Santa Teresa. Dice este autor que Teresa, fundamentalmente, se decide a ser carmelita porque tiene una amiga en el Monasterio de la Encarnación: Es el que yo tenía mucha afición, si bien, una vez decidida por el estado religioso, a cualquier monasterio en que pensara servir más a Dios, o mi padre quisiera, fuera. En Ávila tenía varios monasterios para escoger: La Concepción. Santa Ana, Santa María de Gracia, Santa Catalina de Sena, Santa María de Jesús o Las Gordillas. En el ánimo de Teresa aleteaban otros motivos, incluso el miedo al infierno, el amor a Cristo, la previsión realista de los trabajos de la religión, por ser yo tan regalada. En el fondo ella ha optado por la “vida religiosa”. Su vocación específicamente carmelitana tenía precarias motivaciones psicológicas. Pero estaba bien respaldada por una motivación netamente teológica. La vocación le vino de la llamada de Dios: Oh válgame Dios, por qué términos me andaba Su Majestad disponiendo para el estado en que quiso servir de mí, que sin quererlo yo, me forzó a que hiciera fuerza. La decisión la tomó en 1535. Lo relata al escribir el Libro de la Vida en 1565. Lo recuerda con realismo pero sin titubeos-. Está convencida de que acertó. Segura de que su lucha terminó en victoria. Y que ésta ha sido definitiva. Son afirmaciones suyas: En tomando el hábito...,a la hora me dio un gran contento de tener aquel estado, que nunca más me faltó hasta hoy. Y lo repetirá confidencialmente a las monjas de San José: Bendito seáis Vos, mi Dios…, que darme estado de monja fue grandísima. Sí, Teresa había acertado en el camino de su vida. Jamás se retractará.


blog Padre Nicolás González

martes, 22 de marzo de 2011

Teresa y Dios Padre


Comenzamos por la consideración de Dios Padre, pero advirtiendo previamente que entre esas divinas personas existe, según la Madre Teresa, una convivencia fundamental esencial. Ella sabe que: "el Padre no puede estar sin el Hijo y sin el Espíritu Santo. Porque es una esencia, y adonde está el uno están todas tres, que no se pueden dividir" (CC 60)9.

Las casi ininterrumpidas referencias de Teresa a Dios y al Señor están dirigidas a la persona del Padre. Cuando ese nombre está ordenado a otra Divina Persona lo hace notar Teresa por el contexto.

Además de esa atribución paternal genérica, en la mística doctora hay abundantes expresiones en las que le designa expresamente como Padre. Es muy significativo que sea un comentario al Padrenuestro el libro clásico de su magisterio espiritual.

Dentro de esta denominación específica lo normal en Teresa de Jesús es que se refiera a Dios Padre en alguna concomitancia con Dios Hijo. Son inseparables entre sí en la mente de Teresa. Se da una consonancia de Padre-Hijo e Hijo-Padre de íntima, profunda, gozosa y gloriosa unión entre ambas Divinas Personas. Teresa contempla a Dios Padre presa de asombro y de ternura sobre todo por sus condiciones de grandeza, hermosura, poder, bondad, misericordia y amar. Lo siente por fe, lo sabe por estudio y lo gusta por las experiencias místicas acerca de Dios Padre. Llega a percibir su predilección, su intimidad y su unión:

"El Señor me había llevado en espíritu junto a su Padre y díjole: "Esta que me diste te doy", y parecía me llegaba a Sí" (CC 13).

"Paréceme que la Persona del Padre me llegaba a Sí y decía palabras muy agradables" (CC 22).

"Me dijo el Señor... "Mi Padre se deleita contigo"" (CC 10).

"¡Oh Señor mío, cómo parecéis Padre de tal Hijo y cómo parece vuestro Hijo hijo de tal Padre!" (CV 27, 1).

Es ardiente la oración de Teresa de Jesús a Dios Padre por la Iglesia:

"
Padre Santo que estás en los cielos... ¡Qué es esto, mi Señor y mi Dios: u dad fin al mundo u poned remedio en tan grandísimos males, que no hay corazón que lo sufra, aún de los que somos ruines. Suplícoos, Padre Eterno, que no lo sufráis ya Vos! Atajad este fuego, Señor, que si queréis podéis. Ya, Señor, ya haced que se sosiegue este mar; no ande siempre en tanta tempestad esta nave de la Iglesia y ¡sálvanos, Señor mío, que perecemos!" (CV 35, 3-6)10.

fuente:mercaba.org

viernes, 4 de marzo de 2011

Las devociones siendo niña...


"Hacía limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios, como que éramos monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las cosas que he dicho"