martes, 31 de marzo de 2009

Santa Teresa y las benditas ánimas del Purgatorio


Santa Teresa sentía gran compasión por las almas del Purgatorio, y las asistió todo lo que pudo mediante sus oraciones y buenas obras. Como recompensa, Dios le mostró a menudo las almas a las que ella se había dedicado, y las vio en el momento de liberarse de sus sufrimientos y entrar a los Cielos. En general, ellas surgían del seno de la tierra. A continuación transcribimos algunas de sus visiones en sus propias palabras:

"He recibido información - escribe ella - sobre un religioso que previamente había sido Provincial de una provincia y luego de otra. Lo conocí a él en ocasión de haber recibido un gran servicio suyo; esto me causó gran inquietud, si bien este hombre era recomendable por sus muchas virtudes. Estuve preocupada por la salvación de su alma, ya que él había sido Superior por espacio de veinte años y siempre temí mucho por quienes fueron encargados del cuidado de las almas. Así preocupada, fui a un oratorio y convoqué a Nuestro Divino Señor para aplicar a este religioso el poco bien que yo había hecho en mi vida; y proveer el resto mediante Sus méritos infinitos, para que esta alma pudiera liberarse del Purgatorio.


Mientras suplicaba esta gracia con todo el fervor del que era capaz, vi sobre mi costado derecho a esta alma venir desde las profundidades de la tierra y ascender a los Cielos en feliz transporte de alegría. Aunque el sacerdote era de edad avanzada, aparecía ahora ante mí con las características de un hombre que no llegaba a los treinta años, y un semblante resplandeciente de luz.

Esta visión, aunque breve, me dejó colmada de alegría, y sin la menor sombra de duda en cuanto a la veracidad de lo que había visto.

Cuando estuve lejos del lugar donde este siervo de Dios había terminado sus días, unos días antes yo me había enterado de los pormenores de su edificante muerte. Todos aquellos que fueron testigos, pudieron ver con admiración cómo el preservó su conciencia hasta último momento, mientras derramaba lágrimas y los sentimientos de humildad que expresara esta alma a Dios".

"Una religiosa de mi comunidad, gran sierva de Dios, había fallecido hacía menos de dos días. Estábamos recitando el Oficio de los Muertos en coro dedicándoselo a ella, una hermana leía el texto y yo estaba parada para decir el versículo. Por la mitad del oficio se me apareció el alma de esta religiosa llegando desde las profundidades de la tierra, tal como el caso que relaté antes, y se fue al Cielo".

"En este mismo monasterio murió, a la edad de 18 o 20 años, otra religiosa, un verdadero modelo de fervor, constancia y virtud. Ella soportó pacientemente una vida llena de sufrimientos. Yo no dudaría que, después de una vida así, tendría méritos suficientes para ser eximida del Purgatorio. Sin embargo, durante el Oficio, y antes del entierro, vi el alma de ella surgir de la tierra y elevarse al Cielo".

Así como en el caso de Santa Teresa, muchos Santos se preocuparon por el rescate de las benditas almas. Entre ellos, por citar algunos ejemplos, tenemos a: San Luís Bertrand, Santa María Magdalena de Pazzi, Santa Catalina de Génova, Santa Francisca Romana, Santa Liduvina de Schiedam, San Gregorio Magno, Santa Perpetua, el Papa Inocencio III, Santa Catalina de Suecia, San Hugo de Cluny y muchísimos otros.

Cuando una persona dedica tiempo y oraciones a pagar por las benditas almas, está cumpliendo con todos los mandatos de la caridad: visitando a los presos y a los enfermos, dando agua al sediento, comida al hambriento, etc.

Los Santos comprendieron esto, y sintieron una profunda compasión por esas almas que necesitaban de la ayuda de quienes aún podemos ofrecer actos de virtud y reparación que les aliviane la carga y que sin tal ayuda ellas deberán pagar con años sino siglos de sufrimientos.

lunes, 23 de marzo de 2009

Por amor a Cristo...


Teresa amaba mucho a sus padres -don Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila y Ahumada- y formaba, junto con sus hermanos, un batallón de doce hijos. Entre ellos, Rodrigo, el más cercano en edad, era su compañero de juegos infantiles. Impresionados por las vidas de los santos, ambos trataron de escapar de la casa (tenía Teresa 7 años), para ir a tierras de moros, a que los “descabezasen por Cristo”. Pero fueron interceptados por un tío que los envió de vuelta al hogar.
Un amor prohibidoA los 14 años, Teresa pierde a su madre y se encomienda a la Virgen. Hasta aquí su vida transcurría normalmente, como era propio de una chica con formación religiosa. Pero era tan normal, que las tentaciones y los simples placeres del mundo la ilusionaron. Se enamoró de un primo suyo, al parecer Pedro Alvarez Cimbrón, pero su padre, don Alonso, se opuso a sus relaciones. Por eso, al casarse su hermana María, Teresa es enclaustrada a su pesar en el monasterio de las agustinas de Nuestra Señora de Gracia. Tiene apenas 16 años. En ese entonces era “enemiguísima de ser monja” y continuó teniendo correspondencia con el primo.


autor: Jorge de las Casas

jueves, 19 de marzo de 2009

Proyección Josefina desde Santa Teresa


Lo que la Santa escribe sobre su personal y particular experiencia josefina, tan sencilla y vitalmente expuesto, tiene una finalidad: proyectarlo en los demás, quiere que todos sean devotos de San José y se encomienden a él. Y lo ha logrado plenamente.
No es posible leer las páginas, en que la Santa describe sus experiencias josefinas y quedarse indiferente. Santa Teresa, cuyas palabras sobre San José caben en muy pocas páginas, se ha convertido en un apóstol de primera magnitud del Santo por la naturalidad, calor y amor con que las escribe. Por lo que escribe del Santo, como exposición de su experiencia sobrenatural y desde la misma, aunque tan breve, entra en el catálogo de los grandes apóstoles josefinos, y por lo que hizo en su obra fundacional. Y esto no sólo para el Carmelo teresiano sino para la Iglesia universal. El P. Gracián en su Josefina cita casi todos los lugares en que la Santa habla de San José. Y, después de él, la mayoría de los autores carmelitas cuando se presenta la ocasión.
Los predicadores del XVII, en gran número, citan las palabras del capítulo 6 de la Vida, alineándola con Gersón e Isidoro de Isolanis. Santa Teresa entra enseguida en el catálogo de los grandes apóstoles y propagadores de la devoción a San José. Podemos aplicar a este aspecto concreto lo que la Santa dice que le prometió el Señor de su primera casita de San José, que "sería una estrella que diese de sí gran resplandor" (V 32,ll). San José de Avila, la casa de San José ha encendido en el cielo de la Iglesia muchas estrellas de devoción y amor al Santo Patriarca, y sigue y seguirá alumbrándolas.


Como dice un autor francés, Lucot: "Los Papas encontraron un auxiliar poderoso para la propagación del culto de nuestro Santo en la célebre Reformadora del Carmelo. Gersón había hecho mucho por él, Teresa hizo mil veces por sí misma, por los religiosos de su Reforma y por las religiosas de su Carmelo. San José le es deudor, sobre todo, de su gloria sobre la tierra.
fuente: ocd.pcn.net

viernes, 13 de marzo de 2009

San José y Santa Teresa de Jesús

La Santa fué gran devota de San José y de él habla...

1- "Y tomé por abogado y señor al glorioso san José y me encomendé mucho a él. Vi claro que, tanto de esta necesidad como de otras mayores, de perder la fama y el alma, este padre y señor mío me libró mejor de lo que yo lo sabía pedir. No me acuerdo hasta hoy de haberle suplicado nada que no me lo haya concedido." (V 6,6).


"Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, y de los peligros de que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece que les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; pero a este glorioso santo tengo experiencia de que socorre en todas, y quiere el Señor darnos a entender, que así como le estuvo sometido en la tierra, pues como tenía nombre de padre, siendo custodio, le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide".



2.- "Y esto lo han comprobado algunas personas, a quienes yo decía que se encomendasen a él, también por experiencia; y aun hay muchas que han comenzado a tenerle devoción, habiendo experimentado esta verdad. " (V 6, 6)

martes, 10 de marzo de 2009

Sobre aquellas palabras "Dilectus Meus Mihi"


Ya toda me entregué y di,

y de tal suerte he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.


Cuando el dulce Cazador

me tiró y dejó rendida,

en los brazos del amor

mi alma quedó caída,

y cobrando nueva vida

de tal manera he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.


Hirióme con una flecha

enherbolada de amor,

y mi alma quedó hecha

una con su Criador;

ya yo no quiero otro amor,

pues a mi Dios me he entregado,

y mi Amado es para mí,

y yo soy para mi amado.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El olor de Santa Teresa...


Sobre la misma santa Teresa dice Sor Mariana de Jesús:

"Después de muerta, esta testigo con otras hermanas estuvieron aquella noche con su cuerpo, y era tan grande la fragancia y buen olor que sentían que no sabe a qué poderlo comparar, porque olía de muchas maneras. Y otro día, cuando la enterraron, sacaron el cuerpo a la iglesia de este convento de Alba, hallándose presente el cabildo de la villa y los frailes franciscanos y mucha gente, llegando todos con grandísima devoción a su cuerpo a besarle, y al hábito como a cuerpo santo, y después de haberle dicho el Oficio, la enterraron en el lugar que tiene entre las dos rejas del coro bajo, en el ataúd, sin echar cal... Y, después de nueve meses, viniendo a este convento fray Jerónimo Gracián..., desenterraron su cuerpo y hallaron los vestidos y el ataúd mohoso y podrido, y el cuerpo tan fresco y entero que parecía estaba corriendo la sangre y no sólo no tenía mal olor, antes muy bueno, el cual estaba sin ninguna corrupción49 .

lunes, 2 de marzo de 2009

Cuando Santa Teresa vivía en Ávila


Ávila vio crecer a santa Teresa. Dentro de sus murallas soñaba ya con compartir con Dios su vida. Allí experimentó el vuelo místico de su alma. Fueron aquellas calles las primeras que recorrió la santa andariega, y ante los catorce conventos que entonces jalonaban la ciudad surgió su idea de reformar la Orden del Carmelo. Ahora, la catedral acoge una nueva edición de Las Edades del Hombre, dedicada a los Testigos de Cristo. En ella, lógicamente, santa Teresa ocupa un lugar destacado. La revista Ars Sacra ha querido rendir especial homenaje a esta doctora de la Iglesia y a su ciudad natal con una colección de cuidados reportajes en los que se analiza la vinculación de la santa con la localidad castellana, y se recrea la vida abulense de la época.


En su persona se aliaba el sentido común de alguien muy cercano a sus prójimos, por natural inclinación de humanidad, con la más alta condición de un espíritu presto al vuelo»: así describe doña Paloma García Picazo, Vicedecana de Investigación y Doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología en la UNED, a santa Teresa de Ávila, la mística del siglo XVI que supo aunar la oración con su empeño por reformar el Carmelo y recorrer el suelo español fundando conventos.




La revista de arte religioso Ars Sacra ha querido dedicar a la santa y a la ciudad donde despertó al misticismo un número especial, en el que se recogen los valiosos testimonios de monseñor Jesús García Burillo, obispo de Ávila; monseñor Rafael Palmero, obispo de Palencia y Presidente de la Fundación Las Edades del Hombre, y un amplio elenco de eruditos que recorren la vida de la santa en relación con el espacio en que se desarrolló. Dice el padre Juan Bosco San Román, carmelita, que Ávila era «atalaya de Castilla y puerta y cierre del gigantesco muro natural que defiende las comarcas del Duero». En un cuidado reportaje plagado de interesantes datos, el director del Museo de Santa Teresa se retrotrae a la ciudad tal y como era cuando vivió la santa. Recuerda que estaba en todo su esplendor, pues se calcula que, hacia el año 1570, debía de contar con unos 15.000 habitantes, mientras que en el siglo XV eran sólo unos 8.000.


Los nobles empezaron a jalonar las calles de piedra de la colina amurallada con imponentes edificios, donde el castillo y el palacio se unen en perfecta armonía. Las plazas se poblaban de mercados, en los que los judíos conversos, los artesanos de toda suerte y los vendedores de la lana de las ovejas trashumantes compartían los beneficios propios de una próspera localidad. Hoy, son aún muchos los vestigios de aquella Ávila floreciente que vio crecer a la mística de España. No en vano, como explica el carmelita padre Daniel de Pablo Maroto, profesor de Teología e Historia de la espiritualidad en la Universidad Pontificia de Salamanca, «Teresa no sólo nació a la vida en Ávila, sino que en ella se convirtió en mística».


Explica don Andrés Sánchez, Arcediano de la catedral de Ávila, que «el templo que vio la madre Teresa de Jesús no se diferenciaba mucho del actual. La catedral abulense ya estaba construida por completo». De modo que visitar hoy este templo, que recoge durante unos meses la exposición de Las Edades del Hombre, es visitar la casa de Dios que vio santa Teresa. Tanta relación tienen la catedral y la santa que, en la muestra de este año, titulada Testigos, Teresa ocupa un lugar preferencial por su don para transmitir a los demás el Credo de la Iglesia de Cristo que ella, con tanta fuerza y amor de Dios, profesaba.


El Arcediano también cuenta que la santa «pudo admirar [la catedral] casi como la vemos ahora. Santa Teresa visitó con frecuencia este templo, recorrió su interior, admirando su esbelta nave central y su girola, con su escasa luz, con su piedra multicolor. Percibió lo misterioso de este bello y artístico recinto, sintiéndose invitada al recogimiento y a la oración. Teresa contempló, emocionada, los bellísimos sepulcros de obispos, nobles, guerreros y canónigos, que yacen bajo su correspondiente arcosolio».El especial de Ars Sacra dedicado a Ávila concluye con varios reportajes sobre las restauraciones que, recientemente, se han llevado a cabo, como las de las cubiertas, las bóvedas, la portada de los Apóstoles y el ábside de la catedral, o San Francisco de Ávila, convertido en auditorio. El especial es, al fin, un merecido homenaje a la ciudad y a la santa que aumentó su esplendor.


María S. Altaba