lunes, 11 de mayo de 2009

Un gran carácter...


Bondadosa, tierna, graciosa en sus dichos, pero también madura e intuitiva, Teresa se hacía amar. Para ella la alegría era imprescindible en el cristiano. Y procuraba contagiarla. Bella, inteligente y santa mujer, dotada de un gran equilibrio en su trato humano y llena de sentido común. No dudó en increpar a una priora que se había baldado por hacer excesiva penitencia. Era muy realista.No quería monjas tontas aunque piadosas. Consideraba que la madurez de juicio era más importante que la piedad. La piedad se puede aprender. Pero si le llegaban monjas no inteligentes (no maduras) no estarían dispuestas a aprender y a enmendarse de sus errores. Una persona inteligente es humilde, decía.Por eso, a una madre que alababa las dotes de oración de su hija, para que la admitiese en el convento, Teresa le preguntó: “¿Es también inteligente? Aquí podemos dar nosotras lecciones de piedad; pero no conocemos el medio de dar inteligencia” (Sackville-West; Nigg).

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