Hace unos días visitaba el Convento de las Madres Carmelitas Descalzas de Santa Teresa, fundado por Diego Fecet en el siglo XVII, y tenía la oportunidad de compartir con sus monjas un rato navideño muy agradable en el que hablamos de todo pero, sobre todo, volvimos a hablar de lo que ciertamente tiene importancia, porque muchas veces nos ocupa preferentemente lo superfluo, lo que tiene menos valor. Y, además, volví a ver la magnifica talla de Gregorio Fernández, descubierta, estudiada y publicada en un magnífico trabajo por mi mujer, una imagen que invita a hacer un alto en el camino y apostar por valores como el sentido común, el realismo y el tacto. Apostar por esos valores que caracterizaron a la santa contemplativa pero comprometida en la acción, organizadora capaz, maestra del sentido común, el tacto, la inteligencia y el humor. Esta Teresa de Jesús, proclamada doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970, es la autora además de un largo conjunto de escritos que los estudiosos de la literatura española consideran como una “obra maestra de la prosa española”.
Y, al hilo de tantas cosas, de tantas historias, de tantas evidencias, podemos sacar buenos motivos para pensar en estas vísperas de Reyes, recuperar magníficos textos que nos asombrarán por su actualidad. Y lo quiero hacer como un regalo propio de estas fechas en el que todos nos proponemos mejorar, aunque no quiero negar que –en el fondo– sólo pretende ser un humilde homenaje a una de nuestras santas de verdad, identificadas con la santidad como servicio y generosidad. Por eso, en vísperas de la noche de la ilusión, meditemos un poco sobre una idea que defendía la santa avulense cuando elegía novicias, a las que antes que la piedad les exigía inteligencia. Es decir, quería encomendar el trabajo de construir un mundo nuevo a personas equilibradas y maduras, porque sabía que es más fácil adquirir la piedad que la madurez de juicio. Mientras admiramos la inteligencia de la santa carmelita, meditamos sobre lo que escribe, y siempre habrá hombres y mujeres que podrán aprender de sus recomendaciones, quizás hasta llegar a comprender que la humildad es una de las mejores compañeras de viaje.
“Una persona inteligente es sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene necesidad de un guía. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus faltas, aunque se las pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí misma, jamás se mejora “
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