lunes, 18 de octubre de 2010

San Pedro de Alcántara

San Pedro da la comunión a Santa Teresa de Jesús

Usted que no se sabría invocar en vano, según la palabra del Señor, si usted mismo (a) se digna presentarle nuestras oraciones, obténganos esta saciedad del cielo que da asco platos de aquí abajo. Es la demanda que en su nombre le enviamos, con la Iglesia, al Dios que hizo admirable su penitencia y sublima su contemplación (Colecta de la fiesta.). La gran familia de los Hermanos Menores guarda cariñosamente el tesoro de sus ejemplos y de sus enseñanzas; para el honor de su Padre santo Francisco y el bien de la Iglesia, manténgala en el amor de sus austeros tradiciones. Continúesle a la carmelita Thérèse de Jesús su protección preciosa; extiéndala, en las pruebas del tiempo presente, sobre todo el estado religioso. Puédase devolverle por fin España, su patria, a estos glorioso cumbres De donde antaño la santidad fluía por ella a flujos apretados sobre el mundo; es la condición de los pueblos ennoblecidos por una vocación más elevada, que no pueden decaer sin exponerse a descender debajo del mismo nivel donde se mantienen las naciones menos favorecidas del Dios.

" ¡ Penitencia Bienaventurada, qué me mereció tal gloria! " Era la palabra del Santo de este día, abordando los cielos; mientras que Thérèse de Jésus exclamaba sobre la tierra: " ¡ oh! ¡ Qué perfeccionado imitador de Jesucristo Dios acaba de arrebatarnos, llamando a la gloria a este monje bendicho, Hermano Pedro de Alcántara! "

Le Monde, decimos, no es capaz más de una perfección por muy alta; la salud es más débil, y no somos más a los tiempos pasados. Este santo era de este tiempo, su fervor varonil igualaba sin embargo el de los siglos pasados, y tenía en desprecio sumo todas las cosas de la tierra. Pero sin ir sandalias como él, sin hacer tan agrio penitencia, es una muchedumbre de actos por los cuales podemos practicar el desprecio de la gente, y los cuales nuestro Señor nos hace saber tan pronto como ve en nosotros del coraje. ¡ Que debió ser grande aquel al qué recibió de Dios el santo de quien hablo, para sostener durante cuarenta siete años esta penitencia tan austera como ellos todos conocen hoy!

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