martes, 27 de octubre de 2009

Santa Teresa habla de San Pedro de Alcántara


Esto decía Santa Teresa de Ávila de San Pedro de Alcántara:

"Me dijo que en los últimos años no había dormido sino unas poquísimas horas cada noche. Que al principio su mayor mortificación consistía en vencer el sueño, por lo cual tenía que pasar la noche de rodillas o de pie. Que en estos 40 años jamás se cubrió la cabeza en los viajes aunque el sol o la lluvia fueran muy fuertes. Siempre iba descalzo y su único vestido era un túnica de tela muy ordinaria. Me dijo que cuando el frío era muy intenso, entonces se quitaba el manto y abría la puerta y la ventana de su habitación, para que luego al cerrarlas y ponerse otra vez el manto lograra sentir un poquito más de calor.




Estaba acostumbrado a comer sólo cada tres días y se extrañó de que yo me maravillase por eso, pues decía, que eso era cuestión de acostumbrarse uno a no comer. Un compañero suyo me contó que a veces pasaba una semana sin comer, y esto sucedía cuando le llegaba los éxtasis y los días de oración más profunda pues entonces sus sentidos no se daban cuenta de lo que sucedía a su alrededor.




Cuando yo lo conocí ya era muy viejo y su cuerpo estaba tan flaco que parecía más bien hecho de raíces y de cortezas de árbol, que de carne. Era un hombre muy amable, pero sólo hablaba cuando le preguntaban algo. Respondía con pocas palabras, pero valía la pena oírlo, porque lo que decía hacía mucho bien".

jueves, 22 de octubre de 2009

Del Castillo Interior...


"Oh Dios mío y misericordia mía!, ¿qué haré para que no deshaga yo las grandezas que Vos hacéis conmigo? Vuestras obras son santas, son justas, son de inestimable valor y con gran sabiduría, pues la misma sois Vos, Señor. Si en ella se ocupa mi entendimiento, quéjase la voluntad, porque querría que nadie la estorbase a amaros, pues no puede el entendimiento en tan grandes grandezas alcanzar quién es su Dios, y deséale gozar y no ve cómo, puesta en cárcel tan penosa como esta mortalidad. Todo la estorba, aunque primero fue ayudada en la consideración de vuestras grandezas, adonde se hallan mejor las innumerables bajezas mías".
Santa Teresa de Jesús

jueves, 15 de octubre de 2009

Fiesta de Santa Teresa de Jesús


Teresa de Ahumada nació en Ávila, el 28 de marzo de 1515.
Desde sus más breves años comenzó a sentir mística exaltación, y a los 7 años huyó de su casa con un hermano, para ir a buscar martirio.
Vuelta al hogar, a los doce años pasó por el dolor de perder a su madre, lo que la afectó en extremo y pareció decidir su vocación religiosa.
A los 16 años entró en el convento de Santa María de Gracia, llevada por su padre a causa de sus malas frecuentaciones, entre ellas la de una su prima, y de las exageradas lecturas de libros de caballerías.
El tres de noviembre de 1534, a los 19 años de edad, profesó en el convento de la Encarnación de Ávila. Poco después cayó gravemente enferma y su padre la llevó a baños minerales: sentía los primeros síntomas de sus neurosis.
En 1537, en casa de su padre, sufrió un ataque de parasismo, y durante dos años estuvo paralítica.
Curó, y durante bastantes años su fe anduvo bastante entibiada, hasta que volvió al pasado ardor religioso por que, según dice ella, Cristo se le apareció con airado semblante.
Entonces creyó que la causa de su frialdad provenía de su demasiado frecuente trato con seglares, y resolvió reformar la orden del Carmelo, a la cual pertenecía, y fundar religiones de monjas descalzas y enclaustradas.
Hora era de que llegaran estas reformas, pues la orden estaba del todo relajada. En su empresa tuvo grandes dificultades que vencer, pero le ayudaron eficazmente una de sus hermanas, otros parientes, varios señores piadosos y la duquesa de Alba.
Sus principales obras son en prosa: amenas unas veces, especiosas otras, son pruebas de que la santa, que tanto se queja en ellas de su falta de letras, era una gran estilista. En cuanto a sus poesías, fueron compuestas en ciertos momentos de mayor ardor místico, por la que ella decía que la Divinidad se las inspiraba.
La última de las que aquí damos, el popular soneto, es también atribuido a San Juan de la Cruz. El espíritu de este soneto parece, en efecto, de la santa, pero su forma parece más bien de su gran amigo.
Santa Teresa murió, después de realizada su obra de reforma, el 4 de octubre de 1582, a los sesenta y siete años.

domingo, 11 de octubre de 2009

Propósitos y deseos para vivir Las Moradas



1- Tome la decisión de llevar una vida espiritual.

2- Sepa que Dios le está esperando desde siempre.

3- Examine cuál es la imagen que tiene de Dios.

4- Dedique un tiempo para estar consigo mismo.

5- Acepte su vida pasada y pida perdón a Dios de sus errores.

6- Repase su vida presente.

7- Acuda, si lo ve conveniente, a los sacramentos. Son las medicinas para el camino, en especial la Eucaristía y la Reconciliación.

8- Procure no hacer daño grave a nadie.

9- Rece algunas oraciones con los labios y el corazón, sobre todo el Padrenuestro.

10- No haga nada extraño, pero llene su vida de un cierto sabor espiritual.

11- Renuncie a buscar el dinero o el poder como meta de la vida.

12- Entre al castillo sin miedo y tome a Jesucristo como guía.
fuente: Comunidad de Santa Teresa

jueves, 8 de octubre de 2009

La soledad de estar ausente de Dios...



La soledad de estar ausente de Dios


Teresa reproduce, con expresiones casi calcadas de Juan de la Cruz, el estado anímico y espiritual de quien siente la soledad de no poseer plenamente a Dios. En un primer nivel le basta considerar que él se encuentra en todas las cosas. Pero cuando el amor aumenta o se acrecienta la sensación de soledad, de nada le sirve esa consideración porque el entendimiento y la razón pierden claridad y sensatez. Tan sólo sabe que está ausente de Dios y que no existe ninguna otra salida sino de quien le hace experimentar esas ansias de amor. En una bella expresión nos dice Teresa que no se admite consejo ni consuelo sino de quien la llagó. Tiene la certeza que únicamente él puede sanar la herida que abrió. Mientras tanto, el mayor bien y el mejor gozo para el alma consiste en sobrellevar por amor esa ausencia.